lunes, septiembre 06, 2004

Gracias por todas las muestras de afecto públicas y privadas. Estoy tratando de solucionar algunos inconvenientes de mi vida material que me han dejado con poco ánimo de escribir acá. En breve retomo.

sábado, agosto 28, 2004

De a ratos (no te rías) los truenos se arremolinan y yo arrellanado en mi sillón me arrebato. Pienso en el trabajo y en los atrasos que traigo conmigo cada vez que traspongo esa puerta que estoy a punto de odiar. Pero si el odio se mezclara con los truenos, el ruido no regaría el campo y recuerdo que no hay peor pecado que cortar la dulce penumbra con un relámpago tajo de la noche y ni siquiera. Roto no es igual que descosido. Lo tétrico sólo a veces es patético. Revancha no es el nombre que le pondría a mi vida pero de a ratos no estoy tan seguro. Sí, muchachita. Somos presas de un dios un poco vago, que gusta de hacer su trabajo por la mitad. Entonces a poco de andar el camino uno cae en la cuenta de que ya tiene una historia de la cual no es autor sino protagonista y sin comerla ni beberla. No es extraño que las pesadillas tomen por asalto al sueño y miremos en dos dimensiones las faltas que hemos cometido o los castigos que nos esperan. Nada de eso. Este dios atorrante ha sido copiado al mal escritor que decía glosar las páginas de un enorme libro inexistente, fingiendo con todas sus fuerzas que existía. Así nuestro dios nos ha convencido de que venimos de otra vida en la que hemos sido traidores y para nuestros adentros sentimos culpa y queremos tener memoria de algo que otros dicen pero nosotros nunca hemos visto. Tu pena y la mía escriben con lágrimas las páginas del libro imaginario. Es buena hora de matar a ese dios. Y ya tengo la coartada. Un día de estos que han pasado, un amigo mío un poco fascista, me decía que es buen tiempo de que le pongamos orden a este país, que esto y que lo otro. Bah. Cosas escuchadas hasta el cansancio. Yo me río un poco de él. Como están las cosas, ser facho es una excentricidad que sólo se permiten algunos transgresores. Hablo de los que pueden elegir, claro; hay otros que lo tienen enraizado en la médula espinal y extirpar ese cáncer es algo más complicado. Unas semanas antes, este mismo amigo, me explicaba un mecanismo excelente para evadir mis deudas actuales y por venir con el fisco. Es cosa seria. Todos queremos empezar un día con la legalidad. Pero si es posible el lunes y que sea otro el primero de la fila.

viernes, agosto 27, 2004

Mi resfrío me desconcierta. Por las mañanas aflora con toda su virulencia y de mi nariz cae un río interminable pero es cosa de hacer un poco de fiaca, dejar que crezca un poco la mañana y ya no puedo contenerme y me lanzo a la vida como casi siempre, sólo que gambeteo las deficiencias de calefacción con una bufanda (u eso dentro de mi buhardilla!). Por lo demás, todo tiene el amargo sabor de la espera. Que la primavera, que un llamado de teléfono, que los exámenes, que alguna oferta laboral tentadora, pero siempre ahí y el teléfono callado y la espera que se amasa entre mocos y aumenta la fiebre. Quizá ése sea el único problema: reducir la existencia a la mera esperanza, como si uno fuera uno de esos católicos recalcitrantes que dicen capear el temporal con la convicción que les da saber que hay algo, detrás del muro que custodia a las lápidas, que va a dar vuelta la torta, pero después, siempre después. Ahora es eso y al que no le gusta se calla, que no son estas horas las de andar protestando. Además, la Plaza de Mayo me queda un poco a trasmano y por lo que cuentan se ha convertido en un gigantesco baño público que no respeta las mínimas normas de privacidad. En este tiempo, que para mí es el tiempo de la espera, en otros lados es el tiempo de la protesta, que mi trabajo, que mi subsidio, que mi cuatro por cuatro... Me dio risa escuchar que también se han manifestado los defensores de los animales, que ahora promueven la prohibición de los animales en los circos y del otro lado de la cerca los que querían proteger su fuente laboral. Los circos, qué sé yo, no me gustan, así que para mí es casi lo mismo; pero me jode redondamente que haya gente preocupada por los derechos de los animales cuando los derechos humanos están tan pisoteados. Y los derechos humanos son de los humanos (de aquellos seres que tienen rasgos de humanidad, creo que dice el Código Civil) y no sólo de los que se portan bien. Y ahora a esperar el partido. Cuatro de la mañana. Linda hora, no? Ta mañana.
Las piernas más largas del mundo no alcanzan a llenar el vacío que media entre mi espacio y lo lejos, lo desierto y el vaso de agua fresca. No obstante hay una provincia vecina a la razón (que no se porque me atrevo a traer a esta frase) que me dice que si todo no deja de girar como parece, llegará un tiempo en que beberé de la pierna y mitigaré el desierto aunque tenga la nariz hundida en la arena. Y que eso no es todo.
No es novedad que el mundo todo, en la medida que nos está dado acceder a él, es decir en la medida que uno es capaz de sumergirse en lo absurdo de una esquina puesta justo al final de la calle (o en un cantero ubicado donde nuestros ojos prevén el verde), está plagado hasta el escándalo de situaciones absurdas. Los alegres, los que trepan rápido la cuesta, los que viven la vida a lo ancho, esos se mueren primero. Es como si en la información genética que les viene grabada en algún recóndito espacio que nunca ve la claridad del sol estuviera escrito (y sólo ellos lo supieran) que será corto el recorrido y por eso no se dan tiempo al recreo de deprimirse, de hacer un alto para mirar la hora o diseñar la perfecta estrategia. Ellos avanzan como por inercia y en su vértigo no dejan a un costado las risas que tienen de sobra aunque en sus adentros los embargue la mayor de las angustias. Ellos dirán siempre que sí al molesto amigo que pide una vuelta más de ron y le mezquinarán horas al sueño con tal de contemplar el amanecer en la playa por el cierre de una carpa. Están predestinados y sólo ellos lo saben. Por eso pasan en vuelo rampante por nuestras vidas y nosotros, los comunes, los soldados, los tildamos fácilmente de locos de la guerra y cuando se van nos quedamos contando las migajas de lo que para nosotros no pudo ser de tanto buscarle quintas patas al gato.

comunicado parroquial

Esta bitácora se encuentra pronta a entrar en reformas, apenas me den un poco de ganas y tenga algo de tiempo como para dedicarme a ella. Les agradezco las muestras de consuelo pero no se alegren que no voy a dejar el mundillo blog, ni mucho menos. Como ha quedado claro en estos catorce meses en el aire, si hay algo que me gusta es escribir, no porque me sienta especialmente bueno para hacerlo sino tal vez por sentir exactamente lo contrario: me gusta mucho invertir mi tiempo en tareas innecesarias, que me absorben por completo sin que yo pueda destacarme. Nada más placentero que infringir los límites de la propia mediocridad con la estocada de lucidez que nos ataca de vez en vez. Y para eso nada mejor que un weblog, que tiene la singularidad de acumular esos momentos en un archivo, guardando el orden del tiempo externo. Hace unos años, cuando yo desconocía de la existencia de este medio, pasaba gran parte de mi tiempo escribiendo larguísimos correos electrónicos que en la mayoría de los casos me sirvieron para abrir mi cabeza y penetrar en lo más hondo de mí. Con el tiempo sucedió que quizá me dí cuenta de que a mi interlocutor no le interesaba tanto lo que yo escribía como a mí mismo, como suele pasar en los casos en que alguien monopoliza la conversación (esto no es una cosa muy diferente de una charla en la que no nos vemos las caras) y el otro acaso bostece en la medida en que uno marcha cuesta abajo en el divague hasta arribar a sitios disparatados. Y todo para qué? ¿Para llenar los huecos vacíos en las reuniones que se hacen largas? Quizá. ¿Por la presunción de que sólo puede pensarse con alguna certeza en la medida que se lo verbaliza? Acaso. ¿Para mejorar la circulación sanguínea de las adyacencias del cerebro? No me atrevería de decir tanto, pero sí que se logra el propósito de quitar la pereza de la comodidad en el raciocinio que se da cuando uno asiste a la propia quietud. Sé que esto es sólo un medio y como tal cuenta con el nada despreciable atributo de tener lectores. Pocos o muchos, poco importa eso. Tal vez sea preferible que (autores y lectores) seamos pocos y que podamos forjar un vínculo fuerte, una suerte de compañerismo que no podría lograrse en el caos enajenador que supone la muchedumbre. Así que mi querida tropa lectora, no me voy nada. Quedan Uds. debidamente notificados. Y ajústense los cinturones que hay que pasar la primavera y aunque un blog sea sólo un blog, es mejor que el perpetuo silencio.

jueves, agosto 26, 2004

Acabo de recibir la sugerencia de la ex blogger Lucía (en este acto aprovecho a conminarla a que vuelva al lugar que le pertenece y que nadie se ha atrevido a llenar) a que deje de hablar de mi blog “como si me quisiera divorciar”. Y no está mal. Decir que me quiero divorciar de él es un modo poco elegante de decirle que necesito tiempo, que estoy confundido, que no es él, que soy yo. Aire necesito. ¿Está mal eso? ¿Puedo aburrirme con mi blog y sin embargo no querer dejarlo? Claro, che. Quizá no sea mala idea prestar este blog a alguien que me preste a cambio el suyo y después sí, volver con todas las ganas o cerrarlo sin miramientos. Es una pena que eso no sea una idea mía sino una afanada de Cortazar (ver Vientos alisios, en Alguien que anda por ahí).

miércoles, agosto 25, 2004

No puedo dejar de pensar en una reverenda idiotez: cada vez que me paseo orondo con mis carpetas bajo el brazo o me pongo ante el sol de la ventana a castigar mi intelectualidad con los vericuetos de la bancarrota no puedo más que delirar con lo lindo que es estar en la cama, taparme con todas las frazada que tengo, y dejar asomar un pie como para no perder la costumbre de ir también un poco contra la marea. Pero hace apenas unas seis horas que comencé a hacer reposo para mitigar la primera gripe de este invierno (sí, última semana de agosto, justo cuando pensaba que este año me retiraba invicto) y junto un par de almohadas y me compro esas sopas buenísimas que vienen a la medida del caballero minusválido y sólo hay que echarles agua y ya están, con pedazos de zanahoria flotando y todo!. Y sí que no es lo mismo. Si el recipiente que uso es el chopp que me afané de pub careta y está acostumbrado a alojar cerveza negra y berreta. Pero en fin. La noticia es que ya odio la cama y todavía me queda enfrentar la noche, y seguro que no voy a poder dormir y entonces voy a agarrar cuatro libros y los voy a dejar debajo de la cama, al alcance de mi mano y no voy a leer ninguno, también voy a acercarme el bloc de notas y la lapicera roja (que es la única que responde a los mandos naturales) y tampoco voy a escribir nada. Así que si me disculpan (y si no, también, qué mierda), me ausento por unos días, los que me duren la fiebre, los mocos, la tos y las ganas de tomar sopa de sobrecito.
Cuenta la leyenda que luego de comer el fruto del árbol de la vida, Adán y Eva supieron que estaban desnudos. Algo parecido debe ocurrirnos cuando somos niños. Cuándo es el preciso momento en que nos entregamos a la fatalidad de saber que los placeres de la vida se compran en el kiosco de la esquina, que es cuestión de juntar algunas monedas, de esas que los grandes tienen en cantidad y sin embargo se encargan de acumular hasta que les estorban, y decirle a papá vamos al cosquio, quiero comprar caramelos. El tiempo que es cruel y es poco un día les dará a esas pequeñas almitas la satisfacción de juntarse con la primera plata propia, la hija de su esfuerzo que será invertida en alguna tontería que de tan necesaria postergará las fundamentales, como los caramelos de la infancia. Carolina recorre la casa de punta a punta con sus pies descalzos hasta que el sueño la vence o la oscuridad y en cada paso que da marcha con los ojos azules abiertos de par en par, a la espera de dar con alguna monedita de diez centavos que se le caiga a papá o a mamá. Ese dinero será siempre de ellos, según dice la ley, pero es costumbre de esa casa que las cosas que están a ras del piso le pertenecen a Caro, aunque nadie lo diga. Si algún apuro condena a un botón o a una moneda al piso frío ahí correrá ella, alertada por su radar, para hacerse de la mercancía y guardarla en su cajita, y el domingo cuando todos se pongan las mejores ropas, con el botón y los cuarenta y cinco centavos recolectados durante la semana pedirá un helado de frutilla así de grande. Triste el momento en que el redondelito de metal se convierte en otra cosa, pero más triste el momento en que uno se da cuenta que las cosas importantes de la vida no están a nuestro alcance: esta semana no se ha caído una mísera moneda en los dominios de la sombra.

el peor (día) de todos

Hoy es un día un poco triste: cerró su blog la malvadísima LPDT. Y cuando leí lo que escribió como despedida me acordé de mi escritorio desordenado: ley de quiebras por Rouillon a mano por si las dudas, a derecha los apuntes ya vistos por séptima vez, a la izquierda lo que falta. Un poco más allá el bibliorato negro en que el que voy dejando los bosquejos de esquemas (redes conceptuales, la recta de los tiempos procesales y esas yerbas) y extraviadas por ahí una pila de hojas que voy escribiendo cuando me distraigo de la tarea que en principio me ocupa. Son hojas que no guardan ningún orden, todas llenas de garabatos escritos con otra tinta, trazo diverso y casi ilegible. Un weblog que nace en una oficina es un poco eso, el recreo que se filtra y se mezcla con el deber y nos quita tiempo y efectividad en la tarea que nos reporta una supuesta utilidad. Y sin embargo, cómo hacer para dejar a un lado esas anotaciones y decir ya basta de esto, me hace mal, así nunca voy a terminar. Y si al bloc de notas le sumamos la concurrencia cotidiana de un grupo de forajidos que están ansiosos por leer, ver, jugar, inmiscuirse en nuestros asuntos y se van dejando huellas cada vez más notorias para volver al otro día y seguir la ronda, la cosa se pone más amarga. No sé cómo habrá hecho para decir basta. Sí puedo decir que voy a extrañar en mis mañanas las fotos más lindas de la galaxia, las citas, los comentaristas y la tontería que nos invade cuando nos ponemos a jugar como chicos: muy en serio.

martes, agosto 24, 2004

Tengo un algo atragantado en la garganta. Cada día que pasa crece de tamaño y con ello aumenta el fantasma de convertirme de nuevo en una sombra. Sí, de nuevo, porque ya lo he sido en otro tiempo, y no crean que la pasaba tan mal. Lo malo es que de estar tan flaco se me caían los pantalones y hace tanto que no uso cinturón. El último me lo había regalado papá, era un UFO de esos con hebilla que mete miedo, que si me habrá sacado de apuros. En ocasiones conviene salir corriendo, pero cuando las piernas no dan hay que pararse firme y entrar a revolear cintazos. Lindo escuchar el zumbido cortando el aire que uno respira y el corazón empieza a galopar de una manera… Pero eso era antes. Ahora puesto en el papel de consejero de la reina, debo esforzarme en conservar la máxima compostura. Me salva tener una voz que da autoridad, que nunca me deja a pie saliendo como flauta, pero lo que me mata es ese algo que me crece todos los días. O quizá lo que me mate sea no haber podido bautizarlo.

lunes, agosto 23, 2004

Colgarse del punto y coma es mucho más sano que tomar pastillas para dormir aunque el cuerpo quiera dormir y el cuerpo sea un parlamento en el que se agolpan forajidos que dicen representar a los múltiples yoes de una personalidad esquizoide con brotes peculiares, quién lo discute. Y no obstante el barullo de la concurrencia reunida en los alrededores del estómago, nunca una solución, nunca nada. Sin ánimo de ofender al azúcar, si yo me pongo a hablar le endulzo el café al diabético que rezonga en el bar de enfrente y hasta en una de esas le pongo los titulares patas para arriba. Y mi sano juicio me dice que cuando me pongo en el papel de ser azúcar la sangre se me encapsula, pero sabés qué? A esta altura del partido (cuarenta del segundo, tres a cero abajo), quién cree demasiado en lo que pueda decir un médico. Me hacen acordar a los periodistas deportivos en sus comentarios previos: si se nubla, puede que llueva de modo tal que ni Noé nos salve, pero existe la posibilidad de que salga el sol y tengamos una tarde de la puta madre, ideal para la práctica de deportes al aire libre. Pero el juicio lo perdimos hace rato. Y lo único sano que me queda es el futuro porque no se deja agarrar, el muy guacho. Si sigo en esto es porque así como para vos existen los pañuelos que se chupan tus mocos y tus lágrimas, para mí esos papelitos son los que se quedan con la tinta que sangro. Y no sé si es oportuno que anote en mitad de la calle, cuando vienen autos de allá y de acá, que a mí me gustan las rosas porque tienen espinas y el vino porque es rojo y emborracha.